La muerte del General Carlos Pacheco, duelo nacional

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Funeral del General Carlos Pacheco Villalobos

El 15 de Septiembre de 1891 deja de existir el General Carlos Andrés Pacheco Villalobos en Córdoba, fallecimiento que todos esperaban de un momento a otro, dado el estado sin esperanzas del ilustre patricio.

La muerte le arrebató en los momentos solemnes del mayor regocijo para el pueblo mexicano, cuando se celebra el aniversario de la fecha más glorioso que registran nuestros anales, la del Grito de Dolores. Parece que el espíritu nunca antes domado del heróico mutilado del 2 de Abril quiso prolongar su existencia hasta que se repartieran los premios obtenidos en la exposición de París, en la que a tan gran altura supo él colocar a México, cuyos trabajos fueron de los más gloriosos que llevó a cabo como Secretario de Fomento y hasta ahora brillará el sol del 15 de Septiembre, para saludar, como soldado, el gran aniversario de la Patria.

El 15 a las 7:30 de la noche sucumbió por fin el noble ciudadano, rodeado de su familia y de algunos amigos que desde hacía días se hallaban en Motzorongo, entre ellos el Sr. D. Manuel Fernández Leal, oficial mayor encargado del despacho de Fomento, y D. Pedro J. Sentíes, director de la Escuela de Agricultura.

La noticia llegó a México a las 11 de la noche, o al menos a esa hora fue conocida por las personas que más cerca se hallaban del señor Presidente de la Repúplica, quien sintió amargada su fiesta de cumpleaños con la muerte de uno de sus más valiosos amigos, uno de sus partidarios más valientes, uno de sus colaboradores más eficaces.

El Sr. General Díaz había hecho retirar por la mañana todas las bandas de música que fueron a felicitarlo. Su frente siempre serena estaba entonces nublada y en sus ojos se revelaba la lucha que se libraba en su alma, por más que trataba de ocultar su emoción. El Señor Presidente ha dispuesto que los funerales de su amigo de ayer sean solemnísimos, y de seguro revestirán carácter de duelo nacional.

El cadáver del General Pacheco fue embalsamado en Motzorongo. Cuando decimos el cadáver, usamos de una metáfora; debíamos haber dicho: el medio cuerpo, que el otro medio lo había sacrificado ya en aras de la Patria, durante nuestra gran epopeya contemporánea. El embalsamamiento estuvo a cargo de los doctores Altamirano, Toussaint y José Ramírez.

El Sr. General Pacheco, según hemos dicho, siguió siendo considerado, moralmente como Ministro, el Señor Presidente tuvo la galantería de no nombrarle sucesor. Hoy que ha muerto se convierte la Secretaría que él despachó, en capilla ardiente para que allí sus amigos y la sociedad entera vaya a rendirle tributo de respeto. El salón principal de la Secretaría es el destinado para el efecto. A la hora en que escribimos estas líneas, una multitud de obreros procede con toda actividad a la transformación del palacio, y entendemos que todo estará listo para cuando llegue el cadáver.

Más adelante haremos la descripción de la capilla. Los funerales se verificarán probablemente el sábado en la mañana. Hasta este momento no hay nada resuelto aun.

El Sr. D. Francisco Sosa es el encargado de pronunciar el panegírico del ilustre patricio.

Desde las once de la mañana comenzaron a llegar a la estación de Buenavista las personas y comisiones encargadas de recibir el cadáver del Sr. General Pacheco.

Los jefes, oficiales y empleados de la Secretaría de Fomento, presididos por los señores Francisco Sosa y Eugenio Chavero, que fueron los primeros en arribar. El señor General Alejandro Pezo, en unión de los coroneles Rascón, Blazquez, Guzmán, Villaseñor, Vels, Yarza, Frías y Hernández llegaron poco después. Luego fueron apareciendo infinidad de personas distinguidas, deseosas de rendir al ilustre difunto el último tributo de su amistad y de su cariño. Entre los circunstantes recordamos a los Sres. Agustín Cerdán, Lic. Luis Méndez, Lic. Justo Sierra, Dr. Manuel Flores, M. Alberto Sansón, Ing. Luis Salazar, J. M. Alva, E. Martínez Vaca, J. Iglesias, Fernando Ferrari, Mariano Bárcena, Sáyago, Lic. Andrés Horcasista, Dr. Antonio Peñafiel, diputado Antonio Tovar, J. Romero, senador Díez Gutiérrez y señor ministro De La Guerra. A las doce llegó el señor Presidente de la República, acompañado de su esposa, del Sr. Ignacio de la Torre y de la señora de éste último. También acudieron al paradero las señoras de Quaglia, de Guerreo y de Besné. Todo el personal de la Secretaría de Fomento y casi todos los empleados de la de Comunicaciones y Obras Públicas acudieron, igualmente, a los andenes de la estación.

Momentos antes de la una de la tarde se dejó ver en lontananza el fúnebre convoy. Venía éste remolcado por la locomotora Chiautempan y conducía además del cadáver, a la familia del Sr. Pacheco y a los Sres. M. Fernández Leal, Telésforo García, Francisco Bulnes, Pedro Sentíes, Javier Santa María y a los Dres. Toussaint, Altamirano, Ramírez y Zúñiga.

El cadáver venía en una caja de madera de color con filetes sobredorados y cubiertos con un paño negro, sobre el cual se destacaban coronas de rosas blancas. En la estación se tenía preparada una caja elegantísima, forrada al exterior con raso negro y pasamanería de seda; dicha caja tiene grandes agarraderas metálicas y una placa de plata con esta inscripción:

General de División Carlos Pacheco.

El cadáver no fue trasladado a ella inmediatamente para no prolongar el sufrimiento de la familia. El cadáver fue sacado por la parte posterior de la estación, llevándolo en brazos los señores Chavero, Tovar, Zandaneta, Islas y Andapia; la comitiva fue presidida por el Sr. General Díaz; tras la caja mortuoria marchaba un elegante carro fúnebre.

Varias personas, entre ellas el Sr. diputado Valenzuelas, llevaban elegantes coronas de flores naturales.

Los restos fueron depositados en el salón de honor de la Secretaría de Fomento. La capilla ardiente está adornada con notable sencillez y buen gusto; los muros fueron cubiertos en su extremidad inferior por un lienzo blanco para formar guardapolvo; el resto de ellos quedó velado por grandes paños y colgadiras negras; los pórtieres fueron enlutados; hermosas y bien combinadas alegorías —entre las que figura el modelo del Monumento a la Independencia— de las obras más notables que se plantearon a iniciativa y con la autorización del Sr. Pacheco, aparecen en torno al salón; seis artísticos y colosales pebeteros limitan el catafolco, situado en el centro de pieza.

El cadáver será velado por turnos compuestos de un jefe y tres oficiales, que se irán renovando cada media hora.

Aun no se determinan con fijeza ni el sitio, ni la hora de la inhumación…


Referencias:

Nota de “El siglo XIX” incluida en el diario El Municipio Libre, del sábado 19 de Septiembre de 1891. Tomo XVII, número 220 del propietario Ignacio Bejarano. / Fotografía de portada tomada de Relatos e historias.

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