Tezonapa y los municipios que se encuentran en el filón cañero del centro del Estado de Veracruz, surgieron gracias a un capricho del entonces Presidente de la República Don Porfirio Díaz, quien quiso comunicar a Tuxtepec con el resto del país y la forma más directa era introduciendo el ferrocarril como el sistema de transporte y comunicación más moderno.
El tendido de la vía partió de Córdoba cuya estación enlaza al puerto de Veracruz y a la Ciudad de México. El principal inconveniente era atravesar una tupida selva sobre un terreno agreste.
Don Carlos A. Pacheco, ministro de fomento del gobierno porfirista compró y en otros casos se adjudicó miles de hectáreas por donde pasaría el ferrocarril, se trataba de la zona cálida del cantón de Zongolica, ahí estableció su hacienda a la que llamó Motzorongo, nombre que también recibió la compañía constructora del Ferrocarril Agrícola de Motzorongo, quien es 1895 logró con muchos esfuerzos avanzar 48 kilómetros, justo hasta donde estaba la casa grande de la Hacienda de Motzorongo.
A la muerte de Don Carlos A. Pacheco, sus herederos comenzaron a vender fracciones de la hacienda; uno de los predios fue la franja que colindaba con el Estado de Oaxaca, que fue adquirida por el español Rafael Arocera quien llamó a su pequeña hacienda Constancia (hoy cabecera municipal de Tezonapa) donde se instaló un pequeño trapiche y se deforestó una porción para sembrar caña de azúcar.
Del lado oaxaqueño, en 1893 el gobierno de Tuxtepec remató una propiedad de 8,900 hectáreas que adquirió Pedro Rivera, ganadero de Tlalixcoyan, mismo que fraccionó en ranchos de entre 300 y 500 hectáreas; entre los primeros compradores estaba extranjeros y mexicanos.
Estos ranchos constituyeron lo que hoy es el municipio de Cosolapa y la propiedad del suizo Pablo Bertschinger que sería con el tiempo la cabecera municipal.
La llegada del nuevo siglo fue bueno para todos, frente al trapiche de Las Josefinas se instaló una estación del ferrocarril, a la que llamaron Tezonapa.
El nombre de ambos pueblos es prueba irrefutable que existió algún asentamiento indígena en las cabeceras municipales y que desaparecieron con las haciendas o se integraron a ellas. Tezonapa se traduce en el idioma náhuatl como en El Río Pedregoso y Cosolapa en El Río de las Codornices; en la sierra y los alrededores se han encontrado vestigios de culturas prehispánicas.
Dentro del municipio de Tezonapa existen comunidades que todavía hablan el idioma náhuatl, mazateco y popoloco.
A la luz del nuevo siglo, del lado oaxaqueño había ranchos modestos dedicados en su mayoría a la agricultura y en menor medida a la ganadería, industria y comercio.
Por el lado veracruzano estaban tres grandes haciendas que contrataban a cientos de peones acasillados; la de Motzorongo que ahora era propiedad de una compañía norteamericana denominada The Motzorongo Company; Constancia y The Palmar Estates Limited, ésta última dedicada a sembrar árboles productores de hule.
La filosofía Constancia.
El 25 de noviembre de 1902, el predio de 864 hectáreas, conocido como Barranca Seca (hoy cabecera municipal) propiedad de la llamada Hacienda de Motzorongo, fue comprada por los españoles Nicolás Pérez de León Sotelo y Julián Chinchurrieta, socios de la empresa N. Sotelo y Compañía, quienes pagaron $17,500.
Un incidente digno de ser recordado es que el predio comprado debió reducirse a 700 hectáreas, debido a un reclamo de 164 hectáreas que hizo Pablo Bertschinger, propietario del rancho Santa Fe, hoy Cosolapa.
La compañía funda el ingenio alcoholero Constancia S.A., para el que destinan una inversión de $504,359 cuyo avalúo en 1904 nos dice que el ingenio tiene sembradas 360 hectáreas (alambradas) de caña de azúcar, el edificio tiene departamentos para el trapiche, fermentación, alambiques, plantas de vapor y luz eléctrica.
Existe también un aserradero independiente con máquinas y calderas de vapor, la producción del ingenio es de 12 mil litros de alcohol en 24 horas.
Desde entonces se comprende la importancia de la fábrica y es de comprenderse el número de trabajadores que debieron contratar tanto para la fábrica como para el campo.
Otro dato interesante, es que dicho ingenio tiene instalada una línea de ferrocarril de vía angosta de 6 kilómetros de longitud para transportar la caña de azúcar de los campos a los molinos, cuenta con 75 carros de plataforma, 50 carretas, además en la finca existe un horno de cal y fábrica de ladrillos con el sistema antiguo.
El incendio en la fábrica y en el país.
Un incidente sucede que en su primer año de zafra por falta de precaución y medidas de seguridad, ocurre un incendio en el alambique, por lo que el segundo año suspenden la zafra para reparar sus instalaciones.
En 1911, la sociedad N. Pérez y Compañía, quiebra y en diciembre de ese año es embargada y rematada para pagar la hipoteca, sin embargo el acreedor la recibe como pago, se trata de la española Caridad Forcida viuda de Muñizqui, quien se hace representar por Francisco Arocena y Muñizqui. La descendencia de la familia Arocena sigue hasta nuestros días como propietaria de esta industria.
Al principio la empresa construyó galeras para sus peones acasillados, pero éstos no se acostumbraron y comenzaron a pedir permisos para levantar chozas cerca de la fábrica y aunque solo eran ocupadas durante la zafra, porque los peones en su mayoría retornaban a sus lugares de origen, cuando concluía el corte de caña.
El estallido de la Revolución, sobre todo en los años críticos de la misma en 1915-1920, en que también la población sufrió el embate de las pestes, existió la semiparalización de la empresa.
Posterior a los años veintes, resurgen las actividades del ingenio y aumenta la migración y asentamiento definitivo de familias en Tezonapa, que ya tiene reconocimiento de agencia municipal.
La Hacienda de Motzorongo se fracciona.
Tezonapa, fue una pequeña fracción del proyecto original del general Don Carlos Pacheco, quien llegó a reunir comprando y adjudicándose 150 mil hectáreas de la zona cálida de Zongolica.
Antes del funcionario Porfirista, el mayor poseedor de tierras vírgenes en la zona cálida era Miguel Cano, quien vende 105,300 hectáreas a la sociedad compuesta en ese momento por Carlos Pacheco y José Iglesias.
La muerte del general Carlos Pacheco, frustró el proyecto que ya tenía adelantada el tendido de una vía del ferrocarril de 48 kilómetros, un ramal que iba de Córdoba a Motzorongo. Deja al morir una deuda de $400 mil, por lo que el acreedor les embarga la hacienda.
El licenciado Demetrio Salazar, esposo de Virginia Pacheco —hija del desaparecido general—, y albacea de la familia resuelve el adeudo de la siguiente manera: vende en $300 mil la concesión del Ferrocarril Agrícola de Motzorongo y recibe un préstamo por otros $100 mil de la señora Luz Saviñón de Saviñón.
La venta de predios se convirtió en el negocio de la familia Pacheco-Sánchez.
En mayo de 1903, se vende lo que queda de la Hacienda de Motzorongo en $690 mil a la compañía norteamericana “The Motzorongo Company“, cuya sede de la sociedad se encuentra en Chicago, Illinois.
Otras empresas adquirieron con anterioridad otros predios como Lions Hermanos, The Palmar Estates, entre otros.
En los primeros años del nuevo siglo, esta región se convirtió en promisoria, llegaron extranjeros de todos los confines de la tierra y peones de todas las regiones más pobres de los estados de Oaxaca y Puebla.
Entre la estación del ferrocarril y la fabriquita guarapera y alcoholera se abrió un claro donde cada domingo se instalaba una plaza bien surtida, atendida por comerciantes pregoneros de Chilac, Puebla, Córdoba y Orizaba, así también confundida en el barullo, la media lengua de los turcos que ofrecían trapos, se podían adquirir toda clase de alimentos, calzado, reatas, apeos, pericos parlanchines; o los servicios de curanderos, adivinadores de la suerte, talladores de cartas y un peluquero que trasquilaba con la seriedad de un mariscal.
También había una cantina donde corrían por la garganta los tragos de cerveza o las infusiones de guaco, nanche, naranja o yerbamaistra, que eran para el calor, por el gusto de decir salud o para sentirse los meros pingos e inventar injurias contra el bochorno, los mosquitos, la malaria, las serpientes venenosas y las maldades del nahual y el chaneque. No era raro que de pronto estallaran las emociones, en un chisporroteo de miedo, valor, risas, llanto, y luego sin saber realmente la razón, alguien moría con el corazón partido de una puñalada o atravesado por las balas.
En aquella cantina, que nunca se llegó a saber su nombre, se reunía un grupo de amigos, cuyos descendientes habrían de tener un papel importante en la historia de Tezonapa, la mayoría eran españoles, el suizo Pablo Bertschinger y el mexicano Francisco Vargas que era carnicero y barbacollero. El más ocurrente era el hispano Eulogio Sánchez Victorero propietario del rancho La Esperanza; Eulogio estaba casado don la mexicana Jacinta Rocha, una mujer de muy pocas pulgas; cuando la señora Rocha terminaba de comprar su recaudo, iba por su marido a la cantina y éste que era un apasionado del juego de la baraja, le ordenaba que se adelantara con el mozo. Jacinta se plantaba a sus espaldas con las manos en jarras y le insistía con tanta firmeza que Don Eulogio arrojaba las cartas sobre la mesa y sentenciaba resignado: “Cuando se enoja Jacinta… si tiznaron los totoles”.
Éste sería abuelo de uno de los personajes míticos de la historia de Tezonapa: Tomas Sánchez Ramos alias Tomasín.
Referencias:
Ibáñez Hernández, Pedro. Dulce guanábana. 1ra. edición. 1994. 3-6p.
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