Durante la primera década del siglo XX se registró un trágico episodo sanitario conocido como La fiebre del vómito, cuando para desgracia de los pobladores se presentaron dos epidemias simultáneamente: La primera era causada por el cólera morbus, y debido a su transmisión por medio del agua de los arroyos se extendió por toda la zona con una rapidez incontrolable; la segunda se trataba de la fiebre amarilla, una enfermedad transmitida por la picadura de un mosquito.
La Hacienda de Motzorongo, junto con la hacienda de Las Josefinas y The Palmar Rubber Estate Limited eran las tres haciendas que dominaban la región de Tezonapa, la población crecía rápidamente en conjunto con las nuevas fábricas. En Motzorongo eran vastos y extensos los cultivos de caña de azúcar cuyos perímetros estaban cercados con aproximadamente 35 mil metros de alambre, el pueblo contaba ya con una planta de luz eléctrica, 3 tiendas muy bien surtidas, bodegas, establos y galeras utilizadas para vivienda de los trabajadores del nuevo ingenio.
Tras el éxito industrial de la zona y la gran ola de las primeras migraciones también llegaron nuevas enfermedades. Nuestra historia en esta ocasión se centra en el año de 1907 (el mismo año de la huelga de trabajadores en Río Blanco), a finales del primer trimestre cuando ya las condiciones climatológicas son insoportables y las enfermedades gastrointestinales están a la orden del día.
Tan solo un año antes de la epidemia que se avecinaba, en la joven Tezonapa cada domingo comenzaban a instalarse comerciantes provenientes de Chilac, Orizaba y Córdoba. Migrantes de varios lugares veían a la región como una buena oportunidad para invertir y prosperar sus negocios; españoles, italianos, libaneses y gente de otras nacionalidades enriquecían el folclore cultural de la región. Sin embargo, la fiebre se dice fue traída por los recién inmigrados europeos y tristemente pasaría a la historia por su inigualable devastación al grado de que acabó casi con la cuarta parte de la población de Motzorongo.
La fiebre amarilla, también conocida como la fiebre del vómito negro o vómito de sangre, es una enfermedad infecciosa aguda que representa una gran amenaza pública a la salud, y que en África continúa reapareciendo aun después de largos periodos de reposo; la misma es causada por un mosquito de la familia flaviviridae, en especial Aedes Aegypti (cuya reproducción es bastante común en los ecosistemas tropicales y selváticos) y se caracteriza por ataques repentinos de fiebre, escalofríos, dolor de cabeza, dolor de espalda, con dolor muscular generalizado, postración, náuseas y vómitos. La llegada de esta terrible epidemia al continente americano se remonta a la segunda expedición, que salió directamente desde España a Las Antillas, la cual llegó a Santo Domingo en abril de 1502. En los inicios de la enfermedad como primeros síntomas se presenta estreñimiento, dolor en las encías y garganta, y dolor en los músculos de la pierna derecha. Al segundo día aparece el dolor de cabeza, ardor en el estómago, amarillez en los ojos, vista borrosa, sudor no común, hematemesis de sangre negra y coagulada (vómito negro) por lo que el riesgo de muerte se ubica principalmente entre el cuarto día desde el inicio.
En aquellos años, en la Hacienda de Motzorongo había casi trescientos habitantes, la mayoría nativos que vivían en condiciones precarias y cuya asepsia era escasa o del todo nula. La bacteria del cólera morbus podía afectar a una persona o a un grupo de personas que hubieran ingerido el mismo alimento o tomado la misma agua, o entrar directamente del alimento o el agua por medio de objetos como platos y utensilios para comer. En el pueblo, la enfermedad se propagó aceleradamente en los ríos que era la única fuente de abastecimiento de agua, de ahí que una gran parte de los habitantes resultaran afectados, la falta de prácticas de higiene tan básicas como lavarse las manos también influyó bastante. Como casi siempre, las personas con el mayor riesgo de contagio fueron los niños pequeños, los ancianos y las personas con un sistema inmunitario debilitado.
Por casi toda la hacienda se sabía de personas que tenían la boca seca, dolor abdominal, diarrea y fiebre. Los que sobrevivían morían de deshidratación, que se manifestaba por la presencia de piel arrugada, afilamiento de la nariz, hundimiento de los ojos y del abdomen, pulso y presión arterial no perceptibles, taquicardias y estado de shock. Los pocos médicos que frecuentaban la hacienda nada podían hacer ante las supersticiones de los nativos sobre la medicina que rehusaban a tomar, por lo que irremediablemente morían de cólera, fiebre amarilla o por la deshidratación como consecuencia de estas; la muerte recogía la cosecha en abundancia sin importarle ni la estación ni la madurez del grano.
Como todos sabemos, en cierta época en Europa también se desató una peste tan espantosa que aniquiló casi la mitad de la población. En Europa, como en Motzorongo, era tal la desolación que no había tiempo de cargar los cadáveres para darles sepultura y menos cumplir los oficios religiosos, por lo que se abrían grandes fosas colectivas, hasta allí eran llevados apilados en el cortejo más popular: la carreta; de cuya historia surge una leyenda local sobre un carretón fantasma, que publicaremos en otra ocasión.
Finalmente, la epidemia del vómito negro o fiebre amarilla desapareció antes de que estallara la Revolución Mexicana debido a que su padecimiento genera inmunidad, es decir, quien la padece y sobrevive no vuelve a contagiarse. Todavía en la actualidad se realizan campañas de vacunación para la prevención de esta peligrosa y altamente contagiosa enfermedad para erradicar y poner punto final a otro oscuro episodio de nuestra historia.
Referencias:
Diario “Saturday’s Market Basket”, Wisconsin, pag. 2, Abril 13 de 1907. / nlm.nih.gov / monografias.com / wikimexico.com / Congreso de historia regional en miranda / comunicacarmen.com.mx / orsomarsoblues.it / manfut.org / cubanosdekilates.blogia.com.
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