Entre las historias románticas que aun se cuentan en nuestro país existe una en especial que habla de un árbol ubicado en el pueblo mexicano de Motzorongo y cuya existencia podría pasar desapercibida para la mayoría de sus habitantes. Se trata de El árbol de las tres especias, cuyo origen es realmente un misterio porque en él se encuentran pimienta, canela y orégano en el mismo árbol, se localiza en la Colonia de Empleados del ingenio Central Motzorongo, entre el hotel y la cancha de tenis. Lo que algunos consideraban como una leyenda, en realidad existe.
En agosto de 1978, la revista México Desconocido de Harry Möller en su número 21, publicó un reportaje sobre este curioso árbol. La revista consistía en una publicación mensual cuyo precio por ejemplar alcanzaba los 20 pesos y entre su contenido se encontraban reportajes de lugares curiosos y desconocidos del país con el objetivo de promover el turismo. La revista aun continúa en circulación nacional, solo que ahora bajo la dirección editorial de Eduardo Scheffler en su edición digital y de Beatriz Quintanar en su edición impresa.
Lo que a continuación leerás es el artículo original íntegro publicado por la revista hace más de 35 años, claro, con sus respectivas adaptaciones gramaticales.
El árbol de las tres especias.
Como todos sabemos, hay regiones mexicanas en las que la tierra es tan fértil que llega a producir cosas extrañas y hasta increíbles. Para ver algo de esto último le sugerimos, por ejemplo, visitar una región veracruzana famosa por su producción cañera de infalible puntualidad: Motzorongo.
No se trata, exactamente, de un viaje hacia algo insólito; tal vez no sea ni siquiera espectacular, pero sí sumamente ilustrativo (a nadie le hará daño conocer en detalle la larga historia que ha de tener lugar para que pueda uno poner al café una cucharada de azúcar).
El punto de partida es Córdoba, la antigua estación de diligencias en el primer camino carretero que hubo en México.
Puestos en marcha, a 38 kilómetros rumbo a Veracruz, en un paraje llamado Piedra Movible (1 kilómetro a la izquierda), hay la pequeña curiosidad de una piedra de basalto, con un peso aproximado de dos toneladas, que hasta un niño puede hacer oscilar.
Siguiendo por la carretera principal, en el kilómetro 397, en La Tinaja, ha de tomarse la carretera hacia Tierra Blanca; poco antes de llegar a ésta (a 14 kilómetros de La Tinaja), en Mata Redonda o El Amate, se tomará la desviación a la derecha; es el camino de los ingenios. Irá cruzando arroyos y ríos como el Amapa (no el Jamapa), e internándose por tierras donde cruza la indefinible y abstracta frontera entre Veracruz y Oaxaca. Son las tierras excepcionalmente ricas de los ingenios azucareros de gran abolengo. Al paso por el camino se va presenciando en interesante secuencia el proceso de preparación de la tierra, la plantación, el cultivo, el corte y el traslado de la caña hacia los ingenios.
La prisa es lo único moderno.
¿Ha visto usted recientemente el espectáculo de la caña de azúcar en flor, en apretados muros donde cada planta alcanza hasta 4 metros de altura? ¿Y lo han visto sus hijos? Todos los valles y colinas, por kilómetros enteros, lucen el móvil penacho de la sedosa flor, color plata y violeta, que anuncia la bonanza: el tiempo de corte. Esto puedo verse en cualquier tiempo porque las áreas se siembran en fechas alternadas.
En cuestión de un día, o de horas, la extensión queda devastada. No ha de darse tiempo a que el sol seque la caña mermándole jugo y peso. Con rapidez y coordinación que ya quisieran para sí muchas operaciones militares, se inicia un ciclo: el brazo de corte, la recolección, la estiba, la carga en larguísimos convoyes, la descarga y la molienda; todo en una frenética carrera contra el tiempo. En todo esto lo único moderno es la prisa, lo demás viene haciéndose igual que hace trescientos años. Claro que los primitivos trapiches han sido reemplazados por modernos monstruos mecánicos que devoran toneladas de caña cada hora. Es fascinante ver a la insaciable máquina devorar montañas de caña día y noche, escupir un líquido espumoso y aromático que los mecanismos centrífugos convierten en fragante polvo llamado azúcar mascabado (del portugués mozcabado, menospreciado). En las bodegas se forman montañas que semejan un brillante Sahara. Junto a un cerro de nueve mil toneladas de azúcar, el tamaño de un hombre se empequeñece hasta parecer casi el de una hormiga.
Hacia lo insólito.
Dejando atrás el eficiente ingenio Las Margaritas, la carretera asfaltada recorre paisajes estupendos en la escala de los verdes y en la suave ondulación de las colinas; se pasa por parajes formidables en los arroyos y ríos con frescas, umbrías pozas perfectas para el regocijado baño refrescante.
Poco después se llega a Motzorongo, y tras un ingenio enorme y feísimo, buscando la diminuta estación del ferrocarril (y junto a ella un viejo hotel), usted llega al costado izquierdo de ese mismo hotel y ahí, en un jardincillo, encontrará un árbol como no había visto otro en su vida: la corteza es canela, las hojas son orégano, y el fruto granos de pimienta. Así es: canela, orégano y pimienta en un solo árbol. Es un vástago del árbol original, robusto y grande, al que los años y algún vendaval habrán derribado. No se trata de un injerto. Se ignora quién lo plantó o lo descubrió o cómo se produjo este milagro vegetal. Hasta ahora han sido infructuosos todos los esfuerzos hechos por reproducir la especie, según lo confirma el viejo jardinero del lugar, que nos habla de los incontables intentos fallidos. Hace 20 años, el árbol original lucía una gruesa placa de bronce hecha colocar por la Secretaría de Agricultura, dando fe de su carácter extraordinario y único en el país. Cosas así son las que hacen interminable este México desconocido.
A un paso de Motzorongo está Tezonapa, pueblo típico de las concentraciones de obreros empleados por los ingenios; su mayor peculiaridad es su calle principal, límite estatal: una acera corresponde a Veracruz y la de enfrente a Oaxaca.
Para el regreso por otra ruta pueden intentarse los 60 kilómetros del camino de terracería revestida que va por Motzorongo a Omealca y poco después de Yanga entronca con la carretera Córdoba-Veracruz. Es también región cañera, sumamente calurosa (como Motzorongo), y con estupendos paisajes tropicales.
Referencias:
Möller, Harry. (Agosto, 1978) México Desconocido, No. 21, 8-9p.
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